Fue un día lluvioso del ´89, por
estas mismas fechas, cuando mi mamá me levantó para ir a buscar en una lista mi nombre, pasamos la hoja
del grupo “A” sin resultados favorables, el “B” tampoco, hasta que al final del
grupo “C”, para ser exactos en el número 43, estaba ahí.
Yo, sin saber que pasaría 3 años magníficos, ni
me emocioné, pero mi mamá saltaba de felicidad (claro no tendría que pagar secundaria
particular); más rápido que un rayo fuimos por la lista de útiles y a comprar
el famoso pantalón caqui así como la playeras blancas (cuando las playeras de
cocodrilito y de camellito eran baratas).
Sin menospreciar a los demás
grados académicos que pude estudiar (que no fueron muchos), guardo con más
cariño esos años de la secundaria, aquella escuela que vio entrar niños y los
vio salir transformados en adolescentes, en donde no importaba el puesto, carro
o cartera que alguien tuviera para que fuera tu amigo, en los que te enamoraste
de una forma como tal vez no se ha repetido (me pega mi cochi feroz si lo
lee), en esos que habían más amigos que
preocupaciones…
Si existiera la máquina del
tiempo seguro un viaje sería para ver un día de esos, para ver a mis maestros,
y para ver a muchos de los cuales ya no están con nosotros.
Desafortunadamente parece que no
hay una, así que aprovecharé la reunión inédita de todos los salones para
verlos con el costo-beneficio que nos da el tiempo, unos más gordos, otros
flacos, unos casados y unos otros, como en mi caso, más guapo…
Felicidades por organizar la
reunión ahí los veo.
Posdata. Le quedé a deber a la
señora de los mangos dos chicharrines, y como 10 pulpas de tamarindo será que
se acuerda???? No la vayan a invitar.
Nos vemos luego…