Ese viernes de hace nueve años me levanté para ir a mi lugar de trabajo, una constructora en la cual había dado mi servicio social, cuando al rato de llegar timbró mi celular; era mi madre que, con una voz un tanto preocupada, me dijo –ya internaron a Vicky (mi cochi feroz) está en el Hospital militar–, lugar en el cual ella terminaba sus estudios de medicina, mi primer impresión fue la de miedo, y la segunda de más miedo.
Así que puse pies en polvorosa y me fui directamente al citado nosocomio a ver a mi Julieta, ya me esperaba el famoso séquito de amigas, entre ellas pude distinguir a mi mamá que veía a su hijo a escasas horas de convertirla en abuela por primera vez (ella se decía abuela prematura).
Todo el día pasó sin mayor novedad, pero al llegar la noche empezó lo mero bueno del asunto, los dolores aumentaron, veía como apretaba fuerte los ojos y me agarraba de la mano hasta que se decidió meterla en el quirófano. Ya era sábado como a eso de las 7 de la mañana cuando salió una de esas enfermeras militares, que por cierto son amargadas, diciendo los detalles de la operación y el sexo del bebé, simplemente así –Sr. Eloy Moctezuma, todo salió bien, fue niña- y se fue, yo tal estatua de marfil, sin moverme quedé llorando, cual Magdalena, por todo lo que en ese momento sentí; si tienen la fortuna de ser padres comprenderán, y si no pues es como si tu equipo jugara en el último partido el descenso y a falta de dos segundos metiera el gol del gane… así como mis jaguares…
Ayer festejé los 9 años de vida de mi nena Lupis o Tenchi, como gusten decirle, esos nueve años en los que me ha llenado de mucha felicidad; así como fuerza en los momentos difíciles, es el motor de mi vida.
Lupis, doy gracias a Dios por tenerte a mi lado…… TE AMO.
Nos vemos luego.