Las madres adoptan un comportamiento inesperado con los nietos, y lo digo porque tengo la fortuna de contar con ella, en su modo de madre y abuela; así que ni tarda ni perezosa, aprovecha cualquier momento para regañarme o dejarme en mal cuando hago lo propio con mis peques.
Lupita, como está grande, se da cuenta de la autoridad de su abuela hacia mi persona, así que un día que la regañé fuerte por una travesura, se fue con ella y valientemente salió a ponerle el pecho a las balas diciéndome: “por qué la regañas si tú fuiste peor”, “me acuerdo de cada una de tus travesuras”.
Y no sé de donde sacó memoria para enumerarlas cronológicamente, les presento las que fueron las más destacadas:
• Te subiste a un vocho, le quitaste el freno de mano y casi matas a Milton y Manolo, sin contar los ladrillos que rompiste de mi comadre Socorro.
• Comías hielo del congelador (si de ese venenoso, antes no existían los que estaban libre de escarcha) y un día te encontré con la lengua pegada en él.
• Un día no te encontrábamos y estabas dentro del refrigerador.
• Te echaste encima un bote de pintura de aceite color rojo y te tuvimos que bañar con tiner.
• Cuando estabas con tu hermanita te hacías el muerto y ella se ponía a gritar como loca.
Ante tales acusaciones hechas de manera retroactiva no me quedó otra que quedarme calladito.
Nos vemos luego.